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San Maximiliano Kolbe, mariano y profeta: amor al prójimo sin condiciones

Pasados unos días en compañía del padre Kolbe, una mañana se presentó un guardia de la Gestapo, jefe de cuadra.

Al ver al padre Kolbe vestido de religioso, se enfureció. Se acercó a él e indicando con el dedo la cruz del rosario, le preguntó: “¿Crees en eso?”. Respondió: “Sí, creo”.

El alemán le dio una fuerte bofetada. De nuevo tiró con fuerza la cruz del rosario y le volvió a preguntar: “¿Crees en esto?”. “Sí, creo”.

Y volvió a golpearlo. Viendo que el padre permanecía imperturbable, dejó la celda con furia, golpeando la puerta, al salir.

Un católico polaco “nacido en Rusia”, hijo de un alemán y que gustaba de salvar judíos

Nació el 8 de enero de 1894 en Zduńska Wola, Polonia, que entonces era parte del Imperio Ruso. Fue el segundo hijo del tejedor Julius Kolbe y la partera Maria Dąbrowska.​ Su padre era alemán​ y su madre, polaca. Fue bautizado con el nombre de Rajmund (en castellano: Raimundo) Tuvo cuatro hermanos. Poco después de su nacimiento, su familia se trasladó a Pabianice.

 

La Corona de la Pureza y la Corona del Martirio

Hacia 1906 se le apareció la Virgen María. Su madre lo relató del siguiente modo, después de que muriese mártir:

Sabía yo de antemano, en base a un caso extraordinario que le sucedió en los años de la infancia, que Maximiliano moriría mártir. Solo no recuerdo si sucedió antes o después de su primera confesión. Una vez no me gusto nada una travesura, y se la reproché: Niño mío, ¡quién sabe lo que será de ti!. Después, yo no pensé más, pero observé que el muchacho había cambiado tan radicalmente, que no se podía reconocer más. Teníamos un pequeño altar escondido entre dos roperos, ante el cual él a menudo se retiraba sin hacerse notar y rezaba llorando. En general, tenía una conducta superior a su edad, siempre recogido y serio, y cuando rezaba, estallaba en lagrimas. Estuve preocupada, pensando en alguna enfermedad, y le pregunté: ¿te pasa algo? ¡Se lo tienes que contar todo a tu mamá! Temblando de emoción y con los ojos anegados en lagrimas, me contó: “Mamá, cuando me reprochaste, pedí mucho a la Virgen que me dijera lo que sería de mí. Lo mismo en la iglesia, le volví a rogar. Entonces se me apareció la Virgen, teniendo en las manos dos coronas: una blanca y otra roja. Me miró con cariño y me preguntó si quería esas dos coronas. La blanca significaba que perseveraría en la pureza y la roja que sería mártir. Conteste que las aceptaba… [las dos]. Entonces la Virgen me miró con dulzura y desapareció.

Es la Fe la que te hace libre y del laberinto de tu cárcel se huye por arriba, no tiene puertas ni ventanas

Un testimonio: profecía de su propia muerte

‘Vitaliano Mitosz nos dice que el 5 de septiembre de 1939, al despedirse por motivo de la guerra, él le dijo: “Yo a esta guerra no sobreviviré”.’

Efectivamente murió asesinado por los nazis durante la llamada Segunda Guerra Mundial

Fue arrestado por los alemanes. Rechazó inscribirse en la lista de gente alemana (volksliste), lo que le habría dado los mismos derechos que a los ciudadanos alemanes, por tener origen alemán.​ Tras su liberación continuó sus labores como fraile. Él y otros frailes proveyeron de refugio a gente de la Gran Polonia, incluyendo a 2 000 judíos que escondió de la persecución alemana en el monasterio de la Ciudad de la Inmaculada.

La editorial también publicó varias obras contrarias a la Alemania nazi.

El 17 de febrero de 1941, el monasterio fue cerrado por las autoridades alemanas.​ Ese día Kolbe y otros cuatro fueron arrestados por la Gestapo e internados en la cárcel de Pawiak.​ El 28 de mayo fue transferido al campo de concentración de Auschwitz como el prisionero 16670.

Al continuar actuando como sacerdote, Kolbe fue objeto de hostigamiento violento, incluidos golpes y azotes.
El SS-Hauptsturmführer Karl Fritzsch, encargado de Auschwitz, estableció que cuando un prisionero se fugase castigaría a diez como represalia a morir de hambre en un búnker. En julio de 1941 el prisionero Zygmunt Pilawski se fugó​ y el oficial de las SS seleccionó a 10 presos.
A la mañana siguiente, Franciszek Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de las SS Karl Fritzsch para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el oficial, dijo: «He perdido a mi mujer y ahora se quedarán huérfanos mis hijos».​ Maximiliano Kolbe estaba cerca y lo oyó. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al oficial que quería ocupar el lugar de ese hombre: «No tengo a nadie. Soy un sacerdote católico.»
Los diez prisioneros fueron introducidos en un búnker subterráneo de un bloque,​ el 31 de julio. Bruno Borgowiec, ayudante del celador del búnker, dijo que durante aquel tiempo, Kolbe guiaba a los prisioneros en la oración, rezaban el rosario y cantaban a la Virgen María. Cuando vigilaban el búnker, encontraban siempre en medio a Kolbe de rodillas o de pie. Después de estar privados de agua y comida durante dos semanas, solo Kolbe seguía vivo. Los guardias querían vaciar el búnker, de modo que asesinaron a Kolbe con una inyección de fenol el 14 de agosto. Los cuerpos fueron incinerados en el crematorio del campo al día siguiente, el 15 de agosto, día de la Asunción de María.​ Sus últimas palabras antes de morir eran “¡Ama a la Inmaculada! ¡Ama a la Inmaculada! ¡Ama a la Inmaculada!”

Visiones de banderas futuras ¿hoy presentes?

‘El padre Francisco Mazzieri asegura: Un día estaba él dando una conferencia sobre la Milicia de la Inmaculada y, de pronto, interrumpió la charla y quedó un momento como absorto, en silencio, y dijo: “Les digo que un día veremos o veréis la imagen de la Inmaculada sobre el Kremlin”’ pero antes, la bandera roja flotará sobre el Vaticano.

¿Se tratará de la Bandera Europea?

La bandera de Europa​ está formada por doce estrellas doradas dispuestas en círculo sobre fondo azul.​ Fue diseñada en 1955 por un pintor de Estrasburgo, Arsène Heitz (Era un católico devoto que pertenecía a la Orden de la Medalla Milagrosa), y aprobada el 8 de diciembre ( Día de la Inmaculada ) de ese mismo año por el Consejo de Europa; hay personas que defienden la presencia de un simbolismo católico en ella. Esto se debe a que el propio autor del diseño, Arsène Heitz, declaró en 2004 en la revista Lourdes Magazine haberse inspirado al leer el pasaje del Libro del Apocalipsis con el texto «Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza» (Ap 12:1).

  

¿Profecía cumplida?

Lo primero que se piensa de una bandera ondeando como evento en un lugar extraño al lugar que representa es como resultado de una guerra o una infiltración, pero una profecía es una foto futura, lo que se interprete de ella es personal y casi nunca inspirado. Si fuera como se muestra en las fotos, la paz le ganó a la guerra. Oramos por que así sea.

La fe versus las armas de los hombres: ni la bomba atómica de Hiroshima pudo con los jesuitas, ni la de Nagasaki con los franciscanos de Maximiliano Kolbe

El 6 de agosto de 1945, fecha en que la Iglesia celebraba la fiesta de la Transfiguración, los Estados Unidos de América lanzaron sobre la población civil japonesa de Hiroshima la primera bomba atómica de la historia y el 9 la segunda en Nagasaki, las dos únicas hasta la fecha sobre poblaciones civiles. Curiosamente (o no, habría que preguntarle al diablo), en ambas ciudades vivían la mayor parte de los católicos japoneses, tras décadas de persecución y de supervivencia en la clandestinidad.

En Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, a las 8.31 horas, la población civil de Japón descubre la devastación de la bomba atómica. Ningún superviviente a 1200 metros del centro de la bomba. Las víctimas mueren al instante, abrasadas a 300.000 grados centígrados. A 100 metros de la explosión, un grupo de misioneros jesuitas alemanes se salva milagrosamente. Su casa, típicamente japonesa, queda en pie. “Hemos sobrevivido porque vivíamos el mensaje de Fátima. Hemos vivido y rezado el Rosario cotidianamente en esta casa”, explicó el padre Shiffer.

Los norteamericanos no lanzaron más bombas atómicas por la sencilla razón de que no las tenían.

  

En el centro de Hiroshima, donde cayó la primera bomba atómica, vivía un grupo de ocho padres jesuitas, que llevaban años de trabajo pastoral en Japón. La explosión debía haber arrasado la comunidad, tal y como arrasó más de dos tercios de los edificios de la ciudad. Pero, milagrosamente, ni el edificio ni los sacerdotes sufrieron efecto alguno de la bomba.

Cuando los médicos los revisaron y descubrieron que no tenían ninguna contaminación en sus organismos, los jesuitas encontraron sólo una explicación al fenómeno.

“Sobrevivimos”, explicaba el p. Hubert Schiffer, “porque estábamos viviendo el mensaje de Fátima: rezábamos el Rosario diariamente, en esa casa”.
Los ocho miembros de la Compañía de Jesús vivieron hasta mediados de la década de 1970, sin ningún daño causado por la radiación.

La misma protección en Nagasaki. Esta vez, son los franciscanos de San Maximiliano Kolbe quienes resultan protegidos. Todos rezaban el Rosario a diario.

En Nagasaki, algo semejante ocurrió con los frailes franciscanos de San Maximiliano Kolbe, conocidos por su intensa devoción mariana.

Antes de la guerra, san Maximiliano había decidido fundar su convento en una región de Nagasaki diferente a la que le habían propuesto inicialmente.

Cuando la bomba cayó, el 9 de agosto de 1945, el convento fue protegido de la explosión gracias a una montaña que había en las proximidades.

Así, tanto en Hiroshima como en Nagasaki, podemos ver la mano protectora de María. ¡Ama a la Inmaculada! ¡Las últimas palabras de Kolbe, pero no en Nagasaki!

 

Fuentes: https://www.infocatolica.com, es.aleteia.org, religionenlibertad.com, SAN MAXIMILIANO KOLBE – MÁRTIR DE AUSCHWITZ – AUTOR P. ANGEL PEÑA, Wikipedia, pixabay.com, Internet, etc.

 

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