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Tú eliges: la receta de Dios o la factura de Dios

Nuestro presente lector, el que fuera de María Valtorta escritora y el de Yeshúa Ben Yahveh, eterno, Verbo sin tiempo verbal. ¿Y nuestro futuro?

 

  JesuChristo, en la redacción de su amanuense, la beata María Valtorta:

 

… ¿Por qué? Porque el hombre ha perdido de vista el verdadero fin de su vida, y se ocupa de lo transitorio.
El hombre no sabe, o no recuerda, o, recordando, no quiere prestar obediencia a esta santa orden del Señor – y hablo también para los gentiles que me escuchan – de hacer el bien, que es bien en Roma como lo es en Atenas, en Galia o en África, porque la ley moral existe bajo todos los cielos y en todas las religiones, en todo corazón recto.
  
Dios ha intentado comunicar a todos los pueblos en todos los tiempos la Verdad. La Humanidad avanza lentamente por aproximaciones. La ley del talión (ojo por ojo, diente por diente) ya existía en el Código de Hammurabi, que fue escrito en el 1750 antes de Cristo por ese rey babilonio.

 

Y las religiones, desde la de Dios hasta la de la moral individual, dicen que la parte mejor de nosotros sobrevive, y que según como haya obrado en la tierra así será su suerte en la otra vida.

 

Universal en tiempo, espacio y culturas

Dios trató de comunicar la Verdad en todo tiempo y lugar, en todos los pueblos. En culturas antiquísimas prescristianas como la egipcia o la hindú tenemos el juicio a los muertos. El Juicio de Osiris consistía en pesar en una balanza el corazón del difunto, símbolo de su moralidad en esta vida; en el otro platillo se ponía una pluma simbolizando la Verdad y la Justicia Universal. En la cultura hindú es Iama quien es el castigador de los muertos midiendo su karma en la balanza.

 

Fin, pues, del hombre es la conquista de la paz en la otra vida; no las comilonas, la usura, el abuso de la fuerza, el placer, aquí, por poco tiempo, para pagarlos eternamente con muy duros tormentos. Pues bien, el hombre no sabe, o no recuerda, o no quiere recordar esta verdad.

     

Haz insensible el corazón de este pueblo, endurece sus oídos, y nubla sus ojos, no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y entienda con su corazón, y se arrepienta y sea curado.

Isaías 6:10

 

Si no la sabe, es menos culpable; si no la recuerda, es bastante culpable, porque hay que tener encendida la verdad, cual antorcha santa, en las mentes y en los corazones; pero, si no la quiere recordar, y, cuando resplandece, cierra los ojos para no verla, aborreciéndola como a la voz de un orador pedante, entonces su culpa es grave, muy grave.

  

El desconocimiento de la ley no es excusa para la pobre justicia humana, esclava de la economía pragmática, y el reo va a prisión aunque no sepa leer, pero Dios no tiene limitaciones ni errores. Es relativo todo, lo que para el arrogante y minusválido Hombre es inconcebible, y por ello ningún Jean Valjean inocente va a la cárcel: no es lo mismo el que desconoce completamente, el que está en una situación compleja que atenúa su responsabilidad, que el que tiene plena conciencia y se ríe de su crimen.

“Cuanto más y mejor sepas, más rigurosamente serás juzgado,

si no vives más santamente con ello”

Imitación de Cristo, libro I, capítulo II

Por eso para los católicos no es lo mismo un pecador que un criminal. Respecto a la “Ley de relatividad moral” (parafraseando un tanto a Einstein) bien cabe esta parábola del Evangelio de Marcos (Capítulo 12) como ejemplo:

41 Jesús estaba una vez sentado frente a los cofres de las ofrendas, mirando cómo la gente echaba dinero en ellos. Muchos ricos echaban mucho dinero.

42 En esto llegó una viuda pobre, y echó en uno de los cofres dos moneditas de cobre, de muy poco valor.

43 Entonces Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo:
—Les aseguro que esta viuda pobre ha dado más que todos los otros que echan dinero en los cofres;

44 pues todos dan de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.

Existen muchos ejemplos más, como el de Dimas, el “buen” ladrón, que estando pagando una pena que no correspondía con su crimen (crucifixión), arrepintiéndose, logra la entrada en el Cielo y la canonización por parte de la Institución de Cristo. O el de María Magdalena. Dios nos advierte repetidamente “no juzguéis”, y entre líneas leeríamos “no sabéis lo inescrutable que es Dios en la complejidad de sus juicios” y, para esperanza nuestra, “no conocéis el abismo de Mi misericordia”.

¿Podría la ridícula arrogante ciencia humana o su patético remedo de justicia presentar en una pizarra el “algoritmo de Dios”? Intentan reemplazarlo, no es de extrañar que también intentaran crucificar a los hombres con sus inicuas fórmulas, nunca expuestas al escrutinio público, seres de la oscuridad como son.

 

Y, no obstante, Dios perdona esta culpa, si el alma repudia su comportamiento malo y se propone perseguir durante el resto de la vida el fin verdadero del hombre, que es conquistarse la paz eterna en el Reino del Dios verdadero. ¿Habéis seguido hasta ahora un camino malo? ¿Abatidos, pensáis que es tarde para tomar el camino recto? ¿Desconsolados, decís: “¡No sabía nada de esto! Ahora me veo ignorante e inhábil”? No. No penséis que es como con las cosas materiales, y que hace falta mucho tiempo y fatiga para rehacer de nuevo, con santidad, lo ya hecho. La bondad del eterno, verdadero Señor Dios, es tal que, ciertamente, no os hace recorrer hacia atrás la vida vivida para colocaros de nuevo en la bifurcación en que vosotros, errando, dejarais el recto sendero para seguir… 

Jesús misericordioso, en Vos confío

 

Fuentes: El poema del Hombre Dios de María Valtorta, pixabay.com, Wikipedia, Internet, etc.

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