
Carta Astral
¡ La hora diez !
Dijo un día el Ángel al hombre anciano de Leo: “Escribe un mensaje que quiero que entregues al hombre ciego que corre el mundo en pos de totales cambios sin ver que le debe hallar él. dentro de si mismo. Escribe:
‘Pasajero, hombre viajero que corres el mundo en pos de hospedaje nuevo, que corres tras realidades que esperas crear, guardar, conservar y ampliar sin término alguno, olvidando que tú, como viajero, tienes tu estadía en el lugar por contado y determinado tiempo y que. terminado éste, luego de abonar el albergue vivido, debes regresar al puerto de partida, abandonándolo todo; solamente portarás en el regreso el bagaje que trajiste, el que devolverás tal vez cuidado, tal vez mejorado, tal vez deteriorado… mas con él volverás.
Tú que viajas, observas encandilado y no descubres la belleza de las cosas bellas, el paisaje de los cien paisajes, la música de las mil músicas. Nada de ello soslayas. Tú en cambio, empeñoso tratas de descubrir el humano placer, la banal costumbre, el fuego erótico y la relajante concupiscencia oculta en los seres que, como tú, viajan sumidos en deseos liberales.
Dime, tú que viajas, ¿has detenido tu paso andariego ante el Templo de Dios? Por supuesto que así has hecho, pero, ¿acaso hablaste con Él?
¡ Sí, y no ! me dirás.
¿ Hablaste con el retirado servidor del Alto que allí ora ?
¡ Sí, hablé con él !, agregarás.
Y en esa mansión de paz. ¿ no hablaste contigo mismo ? ¡ No !… ¡ No !, contestarás esquivo y callarás en reflexión sin distancia.

El tiempo será muerte. Psicografía de Solari Parravicini
¡ Hermano viajero ! El correr la Tierra encierra sorpresas que nublan al tiempo.
¿ Sabes acaso, andarín del planeta en evolución, que llegó el hombre a él para servir al semejante, mas no para ser servido ?
¿ Sabes… que la mano que, con orgullo luces, no te fue dada para jugar con aros, mas sí para mitigar padeceres, para acariciar en caridad y ternura y para enjugar afligidas lágrimas ?
¿ Sabes acaso, que si ojos llevas sobre tu dorado rostro, no te fue otorgado para descubrir ficticias situaciones, ni oropeles inútiles, mas te fueron entregados para encontrar al Señor y portar su luz al ciego, enseñándole a conocer aquella real presencia y su divina palabra ?
Tú no eres, hombre andarín, un ser que corre sólo por correr los senderos que llaman; de sobra sabes que el correr por correr dejando de lado todo aquello que pudiera enturbiar tu excursión recreativa, no es valedero al viaje, no es agradable a Dios.
Por momento marchas tus pasos, sin mirar tras tus espaldas, ignorando lo que tras ellas sucediere; pudiera Él acaso alzar un traicionero brazo e intentar herir tu cuerpo en misión, el que no cuidas,
y es deber hacerlo.
No miras el lugar que pisas. No miras el allá que aguarda. No descubres el rincón de cielo, que podría ser un día tuyo, y que por correr en el rosado vacío perderás.
¡ Eres petulante… !
Eres presuntuoso al deducir y asegurar que el mundo es únicamente tuyo, y que tuyas son sus riquezas.
¡ Muchas manos para un desdichado pobre !
¡ Muchas bocas para tan amargo comer !
Comprende pues que. en tu peregrinar incierto, solo y egoísta, no hallarás jamás ocasión de tener el halago de donar una palabra, de entregar una sonrisa, de curar a un enfermo, de donar una limosna, ni de ser útil a quien necesitare; mas sí exiges abiertamente que lo sean contigo, y en perfección obligada.
¡ Iluso eres, turista viajero !

¡ La hora de la gran tribulación ha llegado ! B. Solari Parravicini 1938
Abandona ya ése, tu correr fatigante, hueco y estúpido; realízate en la verdad; ha llegado el momento en que el itinerario de viajes cambiará sus horarios, cambiará en tantas maneras. Los hospedajes serán diferentes, y tú que albergaste lujos y banalidades, desesperarás al no hallar ya todo aquello que solazó el ayer que escapa y… desquiciarás.
Escucha bien: todavía aguarda por ti. un tiempo, y medio tiempo; por lo tanto levanta la vista y mira. La paz del destino que lleva tu brazo, ¡ míralo ! Hoy el Alto llora por su ser extraviado que alcanzó sentencia del final y no lo cree. Llora, porque tendrás, obligado por las oscuras fuerzas que abrigaste, que renunciar un día; llora porque la materia que portas se derrumbará, y porque tú. en tu indiferente correr, nada habrás guardado como valor seguro para el viandar del regreso.
¡ Marcharon los tiempos ! Ellos se fueron, y con ellos los seres que supieron acompañar tus primeros pasos. Se alejaron las sanas costumbres y las verdades celestes; has quedado solo, ante el apagado fuego de tu terminado viaje.
Incorpórate, viajero fatigado de la Tierra en brumas: debes ausentarte y arreglar tus confundidas cuentas, porque los instantes ya contados son el tiempo del tiempo y medio, y porque desde el Alto el Señor ha dicho:
‘| Mi morada es de anchas puertas, mas por ellas solamente pasarán los humildes de corazón que caminar supieron en misión de Caridad y Amor !’.
¡ Viajero, tú que viajas ! Levanta la vista, observa, comprende, avanza v serás.
¡ Es ya la hora diez !”.
Fuentes: Dibujos Proféticos, Benjamín Solari Parravicini, Tomo I, de Sigurd Von Wurmb; carta-natal.es, Internet
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