El psicólogo dr. Bernardo Stamateas dijo que uno de cada siete chicos y una de cada cuatro nenas menores de 12 años serán abusados sexualmente en el mundo (en realidad son estadísticas occidentales, no mundiales, estoy seguro que, por ejemplo, los niños chinos están a salvo de esta demencia contemporánea). ¿Cómo se llegó a esto? ¿Se deriva así la pandemia de homosexualidad, como un efecto vampiro? ¿Esto explicaría el demente comportamiento de sujetos como Charles Manson, Hitler o los que hoy masacran a cualquiera en tiroteos seriales inexplicables?

Los primeros indicios de esta pandemia los vi en la película JFK donde era asombrosa la cantidad de “gays”; mientras nos asustaban con el cuco del comunismo, como un cáncer, la peste se propagó y ahora llenan todo Occidente.

En el libro Año 2000 Las profecías de Víctor Sueiro se lee:

A fines de la década del `50 (del siglo XX, ya hay que empezar a aclararlo) mucha gente tuvo ocasión de asombrarse con las predicciones de un rumano afincado en Buenos Aires. Se llamaba Víctor Algasoschi, era ingeniero y un serio estudioso de la astrología científica, que aplicaba, más que nada, al futuro de los países y del mundo. En los primeros años de la década del ’60 – hace más de treinta – un querido amigo mío de hoy, el doctor Jorge Mónaco, inquieto, inteligente y curioso, le preguntó al ingeniero Algasoschi sobre el futuro del comunismo, que en esa época se mostraba como una amenaza crucial, y mucho más después del episodio de los misiles emplazados en Cuba. El astrólogo le restó toda importancia a ese temor y agregó que el comunismo iba ya en camino a su decadencia y su propia disolución, que llegaría con los años. Así fue. Mi amigo el doctor Mónaco le preguntó, también, si podía estallar alguna vez una tercera guerra mundial. El hombre, con su acento cargado y su sabia ironía, le respondió: “No, nada de eso. No habrá una tercera guerra. Habrá algo mucho peor”

sigloXX

Y mientras el poder agigantaba las sombras de comunismo y la iglesia dejaba de escuchar a Dios para escucharlos a ellos, convirtiéndose en un partido político, el clero mismo se vio envenenado por la serpiente de los cascabeles musicales y ese veneno circula hoy por su interior, con escándalos de pedofilia por doquier.

La iglesia se convirtió en Hellen Keller, ciega, sorda y muda, pero también anencefálica y cómplice, haciendo lobby por el mismo poder que la envenena. Pero si bien no podemos escuchar su cómplice silencio, sí podemos escuchar a Dios:

Primera Epístola Universal de San Juan Apóstol Capítulo 1 Versículo 8 : Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.

La Iglesia (con mayúscula, o sea la Institución santa) tiene el sacramento de la confesión que opera sobre el arrepentimiento del pecado para su limpieza. La Misericordia de Dios sabe que “la carne es débil” y reserva una solución para esa debilidad. Otra cosa es el crimen, que ya no puede ser llamado pecado (etimológicamente, errar el blanco). Una cosa es ser un pecador como García Lorca, por ejemplo, y otra cosa su asesino.

La escalera descendente empieza en el pecado de la debilidad, sigue en el vicio (que etimológicamente significa costumbre) y puede precipitarse en el crimen: en la violación, en la corrupción de menores, en el contagio a propósito de enfermedades como el SIDA o en estadíos mentales incomprensibles. El Hombre no solo tiene Derechos humanos, también tiene obligaciones, y una es resistirse a esto.

A mediados del siglo XX la homosexualidad era considerada una enfermedad por el mundo de la ciencia. ¿Cómo se llamaría entonces? ¿Hedofilia patológica? Luego la ONU (el mundo de la política) cambió esto, lo dio vuelta, y convirtió un tema tabú en tabú, del que no conviene opinar, si no quieres que te caigan encima. Así que dejemos opinar a García Lorca.

“No habrá una tercera guerra. Habrá algo mucho peor”, dijo el ingeniero Algasoschi. Les deseo a mis hermanos que ganen esa guerra, la peor.

Por todo esto, dejemos que el gran Federico García Lorca, asesinado por el neofariseísmo español (¡cómo si matar no fuera pecado!), nos hable del tema, en esta selección de poesías del gran dramaturgo, que incluye otras de su estadía en Nueva York y que por momentos parecen crípticas profecías.

 

Fragmentos del libro “Poesía” de Federico García Lorca

Oda a Walt Withman

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,
contra el niño que escrribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero si contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lobo, arpias, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de La Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Apios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscados en yertos paisajes de cicuta.

proteger

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duermen, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.


Cementerio judío

nueva york

Las alegres fiebres huyeron a las maromas de los barcos
y el judío empujó la verja con el pudor helado del interior
de la lechuga.

Los niños de Cristo dormían,
y el agua era una paloma,
la madera era una garza,
y el plomo era un colibrí,
y aun las vivas prisiones de fuego
estaban consoladas por el salto de la langosta.

Los niños de Cristo bogaban y los judíos llenaban los muros
con un solo corazón de paloma
por el que todos querían escapar.
Las niñas de Cristo cantaban y las judías miraban la muerte
con un solo ojo de faisán,
vidriado por la angustia, de un millón de paisajes.

Los médicos ponen en el níquel sus tijeras y guantes de goma
cuando los cadáveres sienten en los pies
la terrible claridad de otra luna enterrada.
Pequeños dolores ilesos se acercan a los hospitales
y los muertos se van quitando un traje de sangre cada día.

   cirugía

Las arquitecturas de escarcha,
las liras y gemidos que se escapan de las hojas diminutas
en otoño, mojando las últimas vertientes,
se apagaban en el negro de los sombreros de copa.

La hierba celeste y sola de la que huye con miedo el rocio
y las blancas entradas de mármol que conducen al aire duro
mostraban su silencio roto por las huellas dormidas de los zapatos.

El judío empujó la verja;
pero el judío no era un puerto,
y las barcas de nieve se agolparon
por las escalerillas de su corazón:
las barcas de nieve que acechan
un hombre de agua que las ahogue,
las barcas de los cementerios
que a veces dejan ciegos a los visitantes.

Los niños de Cristo dormian
y el judio ocupó su litera.
Tres mil judíos lloraban en el espanto de las galerías
porque reunían entre todos con esfuerzo media paloma,
porque uno tenía la rueda de un reloj
y otro un botín con orugas parlantes
y otro una lluvia nocturna cargada de cadenas
y otro la uña de un ruiseñor que estaba vivo;
y porque la media paloma gemía
derramando una sangre que no era la suya.

Las alegres fiebres bailaban por las cúpulas humedecidas
y la luna copiaba en su mármol
nombres viejos y cintas ajadas.
Llegó la gente que come por detrás de las yertas columnas
y los asnos de blancos dientes
con los especialistas de las articulaciones.
Verdes girasoles temblaban
por los páramos del crepúsculo
y todo el cementerio era una queja
de bocas de cartón y trapo seco.
Ya los niños de Cristo se dormian
cuando el judio, apretando los ojos,
se cortó las manos en silencio
al escuchar los primeros gemidos.

NEW YORK. 18 DE ENERO DE 1930.


Dos odas
Grito hacia Roma
(Desde la torre del Crysler Building)

ALMENDRA DE FUEGO

Manzanas levemente heridas
por finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.
Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elefantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

encadenados

Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas
sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.
Pero el viejo de las manos traslúcidas
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá, amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto iay! mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas…

cabeza llena de excremento

Fuentes: Poesía, de Federico García Lorca (Libro impreso en el Establecimiento 06, René Meneses del Combinado Poligráfico Alfredo López, en el mes de marzo de 1983, Año del XXX Aniversario del Moncada, Cuba), Año 2000 Las profecías de Víctor Sueiro, fotos gratis de sitios de Internet, etc.

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